Sobre Susana y el feminismo

Hace unos años, en diciembre de 2011, escribí un post sobre Soraya Sáenz y su baja maternal (¿te lo perdiste? aquí está). En aquel momento, era ella la que estaba siendo objeto de las mismas críticas que ahora afectan a Susana Díaz, lo que demuestra que no es tanto un tema de colores políticos, como de, creo yo, entender mal algunos términos y contribuir nosotras más que los hombres a la no erradicación del machismo en nuestra sociedad.

Yo, sin duda, soy feminista. Lo he sido siempre y no lo voy a negar ahora. Pero ¿qué es el feminismo? Según el diccionario de la Real Academia Española, feminismo es lo siguiente:

1. m. Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres.

2. m. Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.

Exacto. Las (verdaderas) feministas lo que queremos es tener, nada más y nada menos, los mismos derechos que los hombres. No más. Y esto es muy importante.

Critican a Susana porque su baja maternal fue de 45 días (que no está mal, si pensamos en mí o en tantas otras mujeres como yo, que no llegamos a tener ni una semana; me imagino que estas personas pensarían de mí lo peor de lo peor) y, parece ser, eso va contra las peticiones de las «feministas» de que se alargue el tiempo de baja maternal. Y lo entrecomillo porque esas personas, algunas de los cuales se vanaglorian de ser «malasmadres» y de no dejar su vida personal por haber tenido hijos, pretenden una baja maternal más larga, pero sólo para la madre. Alguien puede pensar que ya cae de cajón, que si digo «baja maternal» es que es para la madre, pero no, amigos, hay padres que, no siendo madres, tienen baja maternal, gracias a lo que tanto queremos enseñar a los niños: compartir. Pero no es eso en lo que piensan estas «feministas» que critican a Susana Díaz.

Estas mujeres y estos grupos, obviamente, según la definición que di antes (que no es mía, que es de la Real Academia), no son feministas, por la simple razón de que no defienden (o exigen) iguales derechos para las mujeres y para los hombres, sino más. A mí, me encantaría (que casi parece lo contrario) que hubiese un permiso mayor para el cuidado de los hijos: un año, dos años… ¡Genial! ¡Lo que los niños necesitan es estar con sus padres! Lo único que matizo es que lo que me gustaría es que ese permiso se cogiese indistintamente por la madre o por el padre. ¿Por qué se supone que un recién nacido está mejor con su madre que con su padre? No se me ocurre ninguna razón, puesto que somos iguales.

Es más, entiendo que esta igualdad y este compartir el permiso, tendría otro beneficio para nosotras y es el hecho de que, estando en «edad de tener hijos», un hombre o una mujer, a una empresa no le supondría ninguna diferencia contratar a uno u a otra, puesto que ambos podrían llegar a disponer de un permiso de maternidad. Criticamos que a las empresas les cueste más contratar a mujeres porque pueden tener hijos y coger un largo permiso, pero, si también pueden hacerlo los hombres (y si, de hecho, lo hicieran), es posible que esto cambiara.

En todo caso, creo que nuestro deber, como mujeres, habida cuenta del machismo sufrido históricamente y del aún presente, es apoyarnos entre nosotras y no caer en hacernos esas mismas críticas machistas que nos hace la sociedad. ¿Que Susana (o yo) vuelve a trabajar enseguida? Pues será porque ella sabe que su hijo está perfectamente cuidado (¡por su padre, además!) y porque es una decisión suya (y de su pareja, en su caso) que habrá tomado por los motivos que haya considerado (o, simplemente, porque le apetecía), y, sobre todo, una decisión en la que no debemos meternos aludiendo argumentos que no utilizaríamos si fuese un hombre el que se reincorporase 45 días después de haber sido padre. Estoy convencida de que cuando Rajoy (por ejemplo, por poner a otro político) tuvo a sus hijos, no tardó 45 días en reincorporarse al trabajo, a lo mejor, no tardó ni 45 horas, pero no recuerdo que nadie lo criticara por eso. Cuando nació la hija pequeña de Sarkozy, siendo él presidente de Francia (ver noticia), él ni siquiera estaba presente en el parto (pero la dejó «en buenas manos», todos tranquilos) y siguió trabajando y nadie se rasgó las vestiduras. ¿Por qué medimos por distinto rasero a una mujer? Y, lo que es peor, ¿por qué lo hacemos nosotras mismas, mujeres como ella?

Sé que es un tema muy controvertido y que habrá opiniones enfrentadas, pero, de verdad, ¡os animo a que dejéis vuestros comentarios!

El quid de la mediación

¡Mira qué bien que aparece la mediación en la tele! Y ha tenido que ser Ikea la que venga a promocionarla. ¡Estos suecos sí que saben!

Pero no hay nada perfecto… El anuncio empieza bien. Hay una pareja que discute y llaman a un mediador. ¡Estupendo! Resolución alternativa de conflictos. Entre los dos no podemos y llamamos a un tercero, imparcial, que nos ayude a encontrar la solución.

Después, vemos que acuden al despacho del mediador (lo de la terapia de grupo no lo acabo de entender, debe de ser un apoyo a la mediación…), hay escucha activa, el mediador ayuda con técnicas como el parafraseo, etc., todo lo que tiene que haber en una mediación… Y se estropea todo al final.

Vemos que el mediador da a uno de los miembros de la pareja una llave de las que usamos para montar los muebles de Ikea y que llegan a su casa y ven un estupendo armario con el que se acaban todos sus problemas. Pues espero que fueran ellos los que decidieron ponerlo.

Aquí está el quid de la mediación. El mediador ayuda a las partes a que encuentren la solución a su problema, pero nunca les da él la solución al problema (aunque crea que la ve muy clara). Son las partes las que mejor saben cuál es la solución que les satisface plenamente.

Por tanto, si, durante la mediación, estas parejas decidieron que la mejor solución para sus problemas era un nuevo armario… ¡Genial! ¡Estamos ante una mediación! Si no fue la pareja y fue el «mediador» el que decidió que necesitaban un armario… ¡Lo siento, Ikea! Eso no es mediación.

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