Los abogados tenemos muy mala fama. No hay que negarlo, ni dar rodeos. Es así. Tú le dices a alguien que eres abogado y, a continuación, suelen decir algo como «hay que tener cuidado contigo».
Sin embargo, aunque haya quien lo piense, no podemos hacer lo que nos da la gana. Tenemos un código deontológico (que, comparándolo ahora con otros, me ha parecido hasta extenso), cuyo incumplimiento puede ser sancionado. Eso es algo muy positivo porque nos protege de dar una mala imagen de la abogacía, además de aclararnos muy bien cuáles son nuestros deberes en cuanto a la observación de la ética profesional, lo que es beneficioso para la sociedad en general.
Os estaréis preguntando a qué viene esto. Sencillamente, hoy por la mañana me vino a la mente esta conducta expresamente recogida en nuestro código deontológico como contraria a la ética profesional: «Dirigirse por sí o mediante terceros a víctimas de accidentes o catástrofes que carecen de plena y serena libertad para la elección de abogado por encontrarse en ese momento sufriendo una reciente desgracia personal o colectiva, o a sus herederos o causahabientes.» Es muy claro, ¿no? Si yo tengo un accidente, o he sufrido algún tipo de catástrofe (vamos a decir un terremoto que tiró mi casa, por ejemplo), no es ético que venga un abogado a darme una tarjeta. Es lógico. Aunque no lo dijese el código, nos lo diría la conciencia.
Pues parece ser que no tan lógico. A los abogados, pese a la mala fama que tenemos, esto nos queda claro, pero no así a todos los profesionales. ¿O es normal que sufras un incendio y te encuentres enganchado en la puerta de tu casa el folleto de una empresa de seguros, con el número de teléfono del agente para que lo llames?
Efectivamente, por lo que yo leo, y salvo que me equivoque de norma y no sea ésta, en su código deontológico no se menciona esto de manera tan expresa como en el nuestro, pero ¿no es de sentido común? ¿No es de falta de humanidad el pretender lucrarse con la tragedia ajena?
En todas la profesiones hay de todo, pero lo triste es que luego, por uno malo, se generaliza la mala imagen a todo el colectivo.