¡Mira qué bien que aparece la mediación en la tele! Y ha tenido que ser Ikea la que venga a promocionarla. ¡Estos suecos sí que saben!
Pero no hay nada perfecto… El anuncio empieza bien. Hay una pareja que discute y llaman a un mediador. ¡Estupendo! Resolución alternativa de conflictos. Entre los dos no podemos y llamamos a un tercero, imparcial, que nos ayude a encontrar la solución.
Después, vemos que acuden al despacho del mediador (lo de la terapia de grupo no lo acabo de entender, debe de ser un apoyo a la mediación…), hay escucha activa, el mediador ayuda con técnicas como el parafraseo, etc., todo lo que tiene que haber en una mediación… Y se estropea todo al final.
Vemos que el mediador da a uno de los miembros de la pareja una llave de las que usamos para montar los muebles de Ikea y que llegan a su casa y ven un estupendo armario con el que se acaban todos sus problemas. Pues espero que fueran ellos los que decidieron ponerlo.
Aquí está el quid de la mediación. El mediador ayuda a las partes a que encuentren la solución a su problema, pero nunca les da él la solución al problema (aunque crea que la ve muy clara). Son las partes las que mejor saben cuál es la solución que les satisface plenamente.
Por tanto, si, durante la mediación, estas parejas decidieron que la mejor solución para sus problemas era un nuevo armario… ¡Genial! ¡Estamos ante una mediación! Si no fue la pareja y fue el «mediador» el que decidió que necesitaban un armario… ¡Lo siento, Ikea! Eso no es mediación.