Son objeto de protección como propiedad intelectual todas las creaciones originales literarias, artísticas o científicas expresadas por cualquier medio o soporte, tangible o intangible, actualmente conocido o que se invente en el futuro, comprendiéndose entre ellas: los libros, folletos, impresos, epistolarios, escritos, discursos y alocuciones, conferencias, informes forenses, explicaciones de cátedra y cualesquiera otras obras de la misma naturaleza; las composiciones musicales con o sin letra; las obras dramáticas y dramático-musicales, las coreografías, las pantomimas y, en general, las obras teatrales; las obras cinematográficas y cualesquiera otras obras audiovisuales; las esculturas y las obras de pintura, dibujo, grabado, litografía y las historietas gráficas, tebeos o cómics, así como sus ensayos o bocetos y las demás obras plásticas, sean o no aplicadas; los proyectos, planos, maquetas y diseños de obras arquitectónicas y de ingeniería; los gráficos, mapas y diseños relativos a la topografía, la geografía y, en general, la ciencia; las obras fotográficas y las expresadas por procedimiento análogo a la fotografía y los programas de ordenador.(art. 10 de la Ley de Propiedad Intelectual)
Caso real: Cómo olvidar el conflicto Telecinco- La Sexta. La famosa sentencia que condenó a La Sexta por emitir imágenes de Telecinco está aquí. Pero, ¿podría tener una segunda parte? Lo digo por esto.
Sí, un premio ha recibido el Juzgado de Primera Instancia número 73 de Madrid por, nada más y nada menos, que un fabuloso proyecto de mediación intrajudicial. Es genial el número de acuerdos al que se llegó (¡el 77% de los casos!), que fueran asuntos muy diversos (no sólo matrimoniales, sino, prácticamente, todos los tipos de asuntos que lleva ese Juzgado) y que el propio Juez destaque que «con la mediación, la justicia se hace más accesible al ciudadano porque se siente protagonista de su administración«.
Yo lo único que me pregunto es… ¿para cuándo algo así por aquí?
«To Kill a Mockingbird» o «Matar a un ruiseñor» es, sin duda, un clásico y una obra maestra de la literatura y del cine, y nos ha dado a otro abogado de película sencillamente genial. El fragmento lo pongo en inglés porque es la actuación original y gana mucho, aunque las imágenes sean simples fotografías de esa parte de la película y no la secuencia como tal, pero traduzco el discurso a continuación (versión mía propia…). Son unas conclusiones que no se pueden entender sin un contexto de una época, pero, sin duda, eternamente brillantes.
Para empezar, este caso nunca debería haber llegado a juicio. El Estado no ha aportado ninguna prueba médica de que el crimen de que se acusa a Tom Robinson haya tenido lugar. Ha confiado, en cambio, en el testimonio de dos testigos cuyo valor probatorio no sólo se ha visto seriamente cuestionado en el interrogatorio, sino que ha sido contradicho totalmente por el acusado. Hay pruebas circunstanciales que indican que Mayela Ewell fue salvajemente golpeada por alguien que utilizaba, casi exclusivamente, su mano izquierda. Y Tom Robinson se sienta ahora ante ustedes, habiendo cogido «The Oath» con la única mano buena que posee: su mano derecha.
No tengo más que pena en mi corazón por el principal testigo del Estado. Es una víctima de la más cruel pobreza e ignorancia. Pero mi pena no se extiende al hecho de que ponga en juego la vida de un hombre, lo que ha hecho en su esfuerzo de librarse de su propia culpa. Ahora digo «culpa», caballeros, porque fue la culpa lo que la motivó. Ella no ha cometido ningún crimen. Simplemente, ha roto un código rígido y por largo tiempo honrado en nuestra sociedad, un código tan severo que quienquiera que lo rompa es proscrito por nuestra sociedad, considerado como alguien con quien no se puede vivir. Ella debe destruir la prueba de su falta. Pero, ¿cuál era la prueba de su falta? Tom Robinson, un ser humano. Tenía que alejar a Tom Robinson de ella. Tom Robinson era su recordatorio diario de lo que había hecho.
¿Qué fue lo que ella hizo? Provocó a un negro. Ella era blanca y provocó a un negro. Hizo algo que en nuestra sociedad es impronunciable: besó a un hombre negro. No a un viejo tío, sino a un hombre negro, joven y fuerte. Ningún código le importó antes de romperlo, pero le vino encima con posterioridad.
Los testigos del Estado, con la excepción del sheriff del condado de Lincoln, se han presentado ante ustedes, caballeros, ante este Tribunal, con la cínica confianza de que su testimonio no se iba a poner en duda; confiados de que ustedes, caballeros, los acompañarían en la creencia, la malvada creencia, de que todos los negros mienten; todos los negros son, básicamente, seres inmorales; no se puede confiar en los hombres negros cerca de nuestras mujeres, una creencia que uno asocia con mentes de su calibre y que es, en sí misma, caballeros, una mentira- lo que no es necesario que yo les señale.
Y por eso, un negro tranquilo, humilde, respetable, que ha cometido la terrible TEMERIDAD de sentir pena por una mujer blanca, ha tenido que poner su palabra contra la de dos personas blancas. El acusado no es culpable, pero alguien en esta sala lo es.
Caballeros, en este país nuestros tribunales son los grandes niveladores. En los tribunales, todos los hombres son iguales. No soy idealista si creo firmemente en la integridad de nuestros tribunales y de nuestro sistema judicial. Eso no es un ideal para mí. ¡Es una realidad viva y en funcionamiento!
Ahora confío en que ustedes, caballeros, revisarán sin prejuicios las pruebas que han escuchado, llegarán a una decisión y devolverán a este hombre a su familia.
En el nombre de Dios, cumplan con su deber. En el nombre de Dios, crean a Tom Robinson.
Ya tardaba en dedicar un post a la mediación. Al fin y al cabo, «is my thing«, no puedo evitarlo…
Existen muchas creencias erróneas sobre la mediación. Sobre todo, porque mucha gente la confunde con el arbitraje y no tienen casi nada que ver. Lo único que tienen en común es que son métodos extrajudiciales de resolución de conflictos en los que interviene un tercero. La gran diferencia es que ese tercero, en el caso del arbitraje, es el que toma la decisión. En mediación no es así. El mediador no juzga, es neutral e imparcial, y su misión es ayudar a las partes a identificar sus necesidades e intereses y a llegar a una solución que decidirán ellas mismas. El mediador se limita a dirigir el proceso por el que se llega a tal solución, pero no la da nunca.
Y ésa es la ventaja más grande de todas las que ofrece la mediación: que la decisión final está en tus manos y las de la otra parte, no en manos de un tercero que no os conoce de nada. Cuando vamos a un juicio (o a un arbitraje, incluso), por mucho que el juez sepa (que sabe, eso no lo ponemos en duda), no me conoce, ni conoce a la persona con la que discuto, y puede que la sentencia no sea lo que necesitábamos. Por poner el ejemplo más claro, en un asunto de familia, lo más probable es que salgamos del juzgado con la custodia adjudicada a uno de los cónyuges, y visitas para el otro los fines de semana alternos, y vacaciones por mitad. Estupendo. Pero, ¿y si a nosotros nos viene mejor que yo tenga a los niños por la mañana y tú los lleves a las actividades por la tarde? Eso lo podemos acabar decidiendo en nuestro proceso de mediación y plasmarlo en un convenio regulador para un divorcio de mutuo acuerdo. Puede ser difícil llegar a ello si las relaciones están tensas, si acabamos mal, pero para eso está el mediador.
Además de esa mayor capacidad en la gestión de nuestros derechos, de esa mayor libertad de acción, la mediación tiene otras muchas ventajas. Por supuesto, está el asunto económico. Sólo estamos tú, yo y el mediador, de modo que va a ser más barato. Está el hecho de que es algo voluntario, de manera que, si no nos va bien, nos vamos y punto (lo que no siempre es posible en la vía judicial). Por otra parte, nos ayuda a asumir nuestras responsabilidades, genera responsabilidad. Yo voy a tomar esa decisión, contigo, y ha de ser una decisión responsable. Además, voy a ver cómo te sientes tú con lo que yo hago o digo, y eso también me hará tomar responsabilidad por mis actos.
Y, por último, para no ser demasiado pesada en un día con este tema, otra de las grandes (grandísimas) ventajas de la mediación es que se evita que haya un ganador y un perdedor. En la solución judicial de conflictos, por mucho que no te impongan las costas, si se han rechazado tus pretensiones, sientes que has perdido, mientras que la otra parte siente que ha ganado. Eso no va a ayudar nada a vuestra relación. Siempre quedará ese «resquemor» y se pueden generar nuevas situaciones de conflicto, de manera que esa primera solución, lejos de acabar con el conflicto, genera otros nuevos. Pienso, por ejemplo, en la mediación en temas de faltas (ya no vamos a entrar en la mediación en violencia de género, que es un tema un tanto peliagudo…). Si dos chavales se pelean, hay un juicio de faltas y le ponen a uno una multa (o a los dos), cuando se vuelvan a ver, se van a tener más ganas que nunca; hay otra pelea casi seguro. Sin embargo, si se llega a la raíz del problema y ellos mismos solucionan sus diferencias, el conflicto no se seguirá escalando y le habremos puesto fin.
Escoger la mediación como manera de resolver nuestros conflictos es una muy buena idea, pero a la gente aún le da miedo porque no la conoce. El problema es que, si no se prueba, no se conoce, pero si porque no se conoce, no se prueba, estamos en una situación complicada…
Estamos leyendo últimamente que en Estados Unidos hay voces que reclaman una «ley anti-Photoshop«. La iniciativa parte de Seth y Eva Matlins, deOff Our Chests, que están preocupados porque sus hijos (de cinco y cuatro años) crezcan rodeados de anuncios en los que las modelos parecen perfectas y busquen esa perfección irreal a costa de su felicidad. Así que lo que piden es que en esos anuncios se haga mención expresa a que se han hecho retoques con Photoshop y, para ello, necesitan que se apruebe lo que ellos llaman «Self Esteem Act» o Ley de autoestima.
El propio nombre me parece horrible. ¿Ley de autoestima? ¿Necesitamos que una ley nos obligue a querernos? Es, al menos, cuestionable. No digo que no sea interesante, para que los ingenuos que aún existan dejen de pensar que las modelos y famosas son tan perfectas como nos las pintan, que se diga expresamente que se han retocado las fotos. ¿Pero es realmente necesario? ¿No deberíamos ir más allá? ¿No debería ser una cuestión de educación? Es decir, si los niños crecieran sabiendo, porque así se lo inculcamos, que es más importante tener unos valores y desarrollar la personalidad, que ser perfecto físicamente, y les mostráramos, incluso, que la perfección no existe, en nada, que siempre habrá alguien mejor que tú en cualquier cosa y no por ello vas a dejar de ser feliz, ¿no sería mejor que seguir haciendo leyes que prohíban todo? Con estas cosas, vamos contra nosotros mismos porque cada vez tenemos menos libertades. Es, ciertamente, una cuestión controvertida…
Está muy bien que se haga esa mención para evitar anuncios como los que pongo a continuación y que ya han sido prohibidos por la Advertising Standards Authority en Reino Unido, a instancias de la parlamentaria (o MP) Jo Swinson:
Son casos muy claros, y casi extremos de retoque, si tenemos en cuenta cómo son estas mujeres en su vida diaria (que, por cierto, a mí me gustan más porque se ven reales):
Pero… ¿qué pasa con otros anuncios que usan Photoshop? ¿También se va a advertir su uso o se va a confiar en nuestra inteligencia para que «adivinemos» que se ha usado? Estoy pensando en casos como éstos:
Pues a eso voy. Si somos lo suficientemente inteligentes como para darnos cuenta de que la gente no vuela para coger el Sprite, por mucho que sea light, o que no hay hombres diminutos que construyan un coche, también deberíamos estar educados para saber que la perfección no existe, por mucho que nos la vendan en la publicidad o en las revistas.
Es cierto que la encuesta de la fundación Dove Self-Esteem, en la que basan sus peticiones Seth y Eva Matlins, es verdaderamente preocupante. Según esta encuesta, el 80% de las mujeres se sienten inseguras con su imagen al compararse con las modelos y las famosas que ven en las revistas, y el 71% de las niñas sienten que «no están a la altura», que no son los suficientemente guapas, delgadas o estilosas. Son datos tremendos, pero ¿es la ley la que nos tiene que salvar?
En todo caso, es algo que no sólo están pidiendo en Estados Unidos, sino también en Reino Unido y en Francia, así que no sería de extrañar que pronto nos encontrásemos también con una ley para nosotros. ¡No vamos a ser menos! ¿O es que van los otros países a recortar más derechos que nosotros?
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